La Dra. Felicia O. A. Dennis es cinturón negro de quinto grado, tiene un doctorado en teología y pronto será concejala de la ciudad de York. Como empresaria, está utilizando las lecciones del Tae Kwon Do para cambiar la vida de los estudiantes de York y sus familias.
La Dra. Felicia O. A. Dennis se presenta. Puede ser en la escuela, en casa o en el barrio, pero si oye que sus alumnos se portan mal o son irrespetuosos, los pone en fila.
“Se dan cuenta rápidamente de que la maestra Felicia no está jugando”, dice.
Es esa disciplina la que influyó en su propia vida y la inspiró a convertirse en la mujer que es hoy. Se inició en el taekwondo a los 6 años, cuando uno de sus hermanos mayores les enseñaba movimientos a ella y a sus hermanos.
A los 12 años ya era cinturón negro. A los 21, abrió su propio estudio de karate y fue la instructora principal.
“Para mí tenía sentido encontrar una forma de devolver algo a mi comunidad”, dice Dennis. “Quería cambiar la narrativa para los niños que podrían haber sido vistos como problemáticos”.
En la actualidad, esta mujer de 41 años, cinturón negro de quinto grado, dirige el estudio de kárate Felicia’s Tae Kwon Do en el Yorktown Center, situado en el barrio de Fireside, en Kelly Drive. Allí los alumnos aprenden que ella está ahí para ellos, siempre que se presenten por sí mismos.
“Muchos de estos niños necesitan a alguien que los apoye, pero también necesitan aprender a trabajar, a sacar buenas notas, a marcar la diferencia”, dice. “Nunca se ha tratado sólo de Tae Kwon Do. Se trata de la intención que hay detrás”.
Hacer tiempo para su pasión
La Dra. Dennis tiene una agenda muy apretada. Trabaja en la seguridad del distrito escolar de la ciudad de York y está empleada a tiempo parcial como coordinadora del ecosistema de la ciudad de York. Es pastora de jóvenes con un doctorado en teología y pronto será concejala de la ciudad de York.
Sin embargo, considera que las artes marciales son su verdadera pasión y ministerio. Es el que está fuera de las cuatro paredes de la iglesia, donde ella cree que puede tener el mayor impacto con los residentes más jóvenes de York y sus familias.
“Espero tener algún día el mayor estudio de York”, dice. “Quiero que ayude a cambiar la historia de muchos de estos niños. Si ponen la intención, si podemos ayudarles a pensar antes de actuar. Podemos ayudarles a elaborar su propia narrativa”.
Los colores fluorescentes fluyen del pincel de Claudia Salazar para cubrir el swoosh de un par de Nikes. El espacio blanco se llena de azul, rosa y amarillo.
Nacida en Perú, pero residente en York desde hace ocho años, Salazar crea artículos que reflejan la vibrante herencia hispana que ha llevado consigo a través de los continentes.
Pero los hermosos colores que pone en un lienzo, en camisetas, en zapatillas o incluso en chaquetas de cuero son algo más que una representación de su origen: son un signo de su curación y de la vida que puede surgir del trauma.